Miguel Delibes se ha marchado



Hacía pocas horas que se había marchado, pero hoy estaba más presente que nunca. Nadie quiso obviar que el tren de un genio literario había partido con un billete sin retorno. Nadie quiso mirar hacia otro lado cuál hereje para esconderse como una rata de aquel que siempre contará con una sombra alargada. Alargada e inolvidable porque el escritor se ha ido, pero su creación le sobrevive. Subsiste para que lo podamos recordar con cada párrafo, con cada palabra. Perdura para que la podamos disfrutar, los presentes y los que están aún por llegar. Eterna, siempre eterna. Tu obra eterna como tú, como tu recuerdo. Así ha de ser. Lo mereces por retratar de manera magistral la Castilla de postguerra. Te lo has ganado por describir con exactitud a la Valladolid de la Inquisición. Todo un santo inocente al que hoy, sintiendo mi alma más pucelana, le dedicó no un adiós sino un hasta luego porque nunca digo adiós a nadie. Y es que una despedida es necesaria para poder volver a reencontrarse. Y un reencuentro después de toda una vida resulta inevitable.

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